31.1.04

Sueño LXI: Soñé que la amante de mi jefe me daba pie a buscarla, pero inmediatamente me rechazaba sin querer explicarme por qué jugaba de esa forma (siendo que ella tiene "pareja", yo soy casado y lo sabía en el sueño). Al mismo tiempo, alguien que no era mi mujer y con quien me iba a casar (!!!), me confesaba junto con mi hermano que me engañaban desde hacía tiempo, los citaba para reclamarles y con una pistola amenazaba a la mujer, pero no se espantaba en absoluto.
Al mismo tiempo, el amante de la primera mujer (como dije antes, es mi jefe), estaba muy contento por un trabajo especial que elaboré.

30.1.04

Sueño LX: Regreso de un viaje en avión. Acabamos de aterrizar en Barajas y debo coger de nuevo otro avión que me lleve a mi ciudad. Estando todavía dentro, tengo un mal presentimiento y le digo a la persona que me acompaña que estaría más tranquila regresando en tren. Me fijo en la tranquilidad de la gente, en un chico que lleva un portátil y se dedica a navegar por internet. Consigo convencer a mi acompañante para irnos en tren pero aparece el piloto y se ofrece a llevarnos con el avión hasta la estación, pero sin volar. Yo llamo a casa y aviso a mi madre que llegaré con ocho horas de retraso. Le parece bien. Llegamos a la estación a las 22:30, justo cuando el tren está a punto de salir. Al cabo de unos minutos de viaje me entero con horror que el avión en el que ibamos a viajar se ha estrellado.

29.1.04

Sueño LIX: Estaba en una biblioteca antigua, cuando me di cuenta de que el que sabía la verdad acerca del origen del universo era un tal "Mendeliev", y yo me sentía desesperado por conseguir uno de sus libros, así que salía a la calle para contárselo a mi novia y así juntos encontrar libros de Mendeliev, que por cierto, eran totalmente ocultos. Cuando llegué a casa de mi novia, ella estaba discutiendo con un señor que al parecer no le había instalado correctamente el autostereo, mientras estaban discutiendo cerca del carro de ella, mi novia sacó una escopeta de la cajuela y mató al señor.
Entonces pusimos el cuerpo en la cajuela y mientras nos dirigíamos a otra ciudad, en donde la atracción principal era la interminable superficie de pasto verde, ella me decía que había algo que tenía que decirme, algo importante.
Lo importante era que yo no sabía de números. Ella lo decía como si eso fuera algo demasiado triste y se bajaba del auto. Después, yo también estaba en esos pastos verdes, viendo como familias enteras disfrutaban allí su estancia, los niños jugaban pelota, hacían volar papalotes, los señores hacían barbacoas de pollos, pero a los pollos los llevaban primero allí como mascotas, (estaba el lugar lleno de pollos) y despues los mataban para cocinarlos. Una señora empezaba a gritarme, diciéndome que yo era el causante de haber destruído su familia. Al parecer, yo había sido antiguamente el amante de uno de esos señores que preparaban las barbacoas.

28.1.04

Sueño LVII: Viajaba en colectivo con un bebé que no era mío y una considerable cantidad de paquetes. Como no podía acomodar tantas cosas como llevaba, alguien (una chica) en el primer asiento se ofreció a ayudarme con ellas. Me pareció lo más natural del mundo entregarle el niño y algunas bolsas de papel con ropa y objetos que ya ni recuerdo qué eran. En algún momento el colectivo empezó a llenarse de gente; en algún momento, a causa del tumulto en el pasillo, perdí la visión del bebé -que llevaba no sé adónde para entregárselo a quien creo era su madre- y la chica que se había ofrecido a llevarlo; en algún momento (todo es siempre el mismo momento en los sueños) ésta se bajó; en algún momento, cuando yo quise hacer lo propio, me di cuenta de que ya no estaba allí. El colectivero frenó en seco y cerró las puertas para que nadie pudiera escapar. Nada.
Llegó al instante (je... sólo en sueños pasan estas cosas) la policía.
Yo parecía desesperada. Todos me veían como una madre a la que le habían secuestrado el hijo (el bebé no era mío, pero esto, desde luego, no lo podía saber nadie en el colectivo) y trataban de consolarme. En verdad, no hacían más que ahogarme. Sólo quería irme de allí. Fingí (sí, fingí) un ataque de angustia y llanto y, aunque no dejaban, entre interrogatorios diversos, que nadie se bajara del micro, yo -en ejercicio de mi rol de gran víctima de la velada- salí de allí, con la excusa de ir a dar más precisiones para el identik o algo por el estilo a los oficiales que estaban fuera del coche, y entre el gentío aproveché la confusión para irme.
En verdad sólo quería escaparme.
Era extraño porque sentía cariño por el bebé, pero no sentía ninguna culpa por haberlo perdido. Era completemente responsable de haberle confiado un niño a una desconocida que se había aprovechado de esto para robárselo y sin embargo me sentía feliz de saber que se lo había llevado. Me había quitado una carga de encima. Sabía que sólo me esperaba una huida (pronto la madre estaría buscándome también; escapar no era sólo escapar de la policía y los interrogatorios en ese momento: era comenzar una fuga para no volver a ver a nadie, convirtiéndome de víctima en prófuga; nada podía resultarme en ese momento más liberador que ese destino). Primero apreté el paso y, cuando estuve a la suficiente distancia del lugar de los hechos y el colectivo detenido rodeado de patrulleros, comencé a correr. Buscaba la parada del colectivo que me llevaría en sentido contrario en medio de una ciudad que, en realidad, era un cementerio. Quiero decir que la ciudad toda tenía en verdad el aspecto de una ciudadela mortuoria que se parecía bastante, bien vista, a la Recoleta (sabía, con la absoluta convicción de los sueños, que estaba en San Telmo y por eso las casas lucían antiguas y descuidadas, tal como en un cementerio, por otra parte). Agitada y mirando constantemente hacia atrás para asegurarme de que no me siguieran, me crucé con unos chicos que me dieron indicaciones sobre el lugar preciso de la parada. No me hubiera alcanzado la vida para agradecerles. Cuando llegó el colectivo y me sentí a salvo (nadie iría a encontrarme ya en un colectivo que, por otra parte, era el no-lugar perfecto para esconderse sin dejar pistas), extrañada en el sueño mismo por el descarado sentimiento de alivio que me generaba la pérdida del bebé que, a esa altura, parecía uno más de los paquetes que llevaba (una carga más que otra cosa, quiero decir), me desperté.

[Continua abajo, por razones de comodida. Sí, abajo, y no arriba. Perdón por el retraso. En estos próximas días, más actualizaciones con más sueños.]

25.1.04

Sueño LVIII: En casa entonces, tocaron el timbre y salí a ver quién era. Había cierta clase de escándalo en el pasillo que no supe bien a qué atribuir, y me limité a recoger el paquete que me entregaban tratando de impedir que se escapara la perra. Cuando cerré la puerta y me di vuelta, vi con enorme sorpresa y cierto toque de horror que, pese a que está enrejado casi en su totalidad, alguien se había colado en mi balcón y estaba sacando, a través del pequeño espacio no alambrado que queda a la altura del techo, mis muebles y cosas que, sabe Dios por qué, tenía en el balcón y no dentro de la casa, pero que sabía extraordinariamente valiosas o importantes para mí. Mi primera reacción fue esconderme tras un vano para que no me vieran y poder contemplar la escena. Se trataba de una mujer. No sabía qué hacer: si luchar por mis cosas o dejarla hacer. Mi impulso (cuándo no) era de huida. Pero no podía dejar de contemplar, con cierta morbosa fascinación, cómo esa persona que no conocía, y que parecía comunicarse con mi vecina del otro lado del balcón, hacia donde traspasaba lo que iba sacando, se apoderaba de mis más valiosas pertenencias. Entendí al instante que todo (el timbre, el escándalo en el pasillo) era parte del mismo plan, y que estaba siendo socavada impunemente. Sólo atiné a salir. En el ascensor me encontré con mi vecina, la misma que daba indicaciones desde el otro lado del balcón, dirigiendo el robo. Estaba paralizada por el miedo, especialmente porque de pronto el edificio se había convertido en una torre de unos 50 ó 60 pisos, el ascensor en una de esas cápsulas metálicas que suele haber en las oficinas, y no había otro modo de salir de allí más que ése, a través de un viaje que resultaría interminable. Tomé valor de golpe (estaba acorralada y no podía hacer mucho más) y le dije, tranquila y suavemente, que sabía que estaban robándome y que ella era la líder de la organización. No lo negó. Con mucha calma le dije que quería mis cosas de vuelta. Dijo que vería qué se podía hacer. Le expliqué lo importantes que eran para mí esas cosas. Me aseguró que desearía poder devolvérmelas, pero que ya se había deshecho de la mayor parte. Sonrió sarcásticamente y me aseguró que, de cualquier forma, sólo vendían las cosas que tenían algún valor comercial, por lo que era casi seguro que la gran mayoría de mis pertenencias todavía estuviera en su casa. Acordamos casi amablemente los detalles de la entrega y, en medio de una gran fila de gente, salimos del ascensor. Resuelto, de alguna manera, el problema, sólo quería irme de allí, al borde de la náusea, aturdida y mareada como me sentía. En el transcurso de un viaje en ascensor había perdido todo interés en aquello que hasta apenas un momento antes era mi vida entera, y al salir sólo quería desaparecer, irme para nunca volver. Por segunda vez en la noche me sentía liberada gracias a que, de algún modo, me quitaban todo aquello que podía tener de valor (mis objetos personales, un bebé). En vez de pena por lo que había perdido, sólo sentía una deliciosa sensación de levedad. Un detalle que tal vez valga la pena mencionar era que, aunque estábamos saliendo de allí, el ascensor que iba desde mi departamento hasta el hall de entrada del edificio no bajó durante el trayecto sino que se elevó. El viaje hacia la calle y la maravillosa liberación que allí experimenté, sabiendo que nada hacía ya que necesitara volver a ese lugar que había acabado por repugnarme (que no era otro que mi propia casa, sólo que, ya vacía de sus muebles y mis cosas, nada quedaría allí que la hiciera verse como tal; además de que sabía que nunca vovería a sentirme segura en ese sitio) fue, extrañamente, un ascenso.

20.1.04

Sueño LVI: Volvía a Venecia, esta vez con una cámara digital, dispuesto a hacer estupendas fotografías. Iba con un grupo que seguramente eran mis compañeros de estudios. Desde un puente veía a mi abuelo, que murió hace dos años, serenamente dando de comer a unas palomas, y le hacía una fotografía. Más tarde, llegaba a una habitación donde se suponía que nos hospedábamos. Una chica con el vestido abierto se me acercaba, y me pedía si quería fotografiarla. Le decía que sí, así que íbamos a una especie de cuarto de baño grande que había; allí, ella y otra chica posaban desnudas, tapándose con las manos los pechos y el pubis. Yo me sentía muy contento de poder hacer esas fotos artísticas. Una tercera chica que había allí era convencida por las otras dos para que se uniera al grupo, y yo pensaba que podía hacerlas simular en una foto a las Tres Gracias de la mitología. Pero cuando seguía fotografiándolas, aparecía mi abuela, y como es bajita, me ponía delante de las chicas para ocultarle lo que hacía allí. Aparecía mi tío, y para ayudarme, le decía a mi abuela que no podía estar ahí, que sólo podían entrar en el baño los rubios.

17.1.04

Sueño LV: Estaba en medio de una cena familiar cuando todo me pareció aburrido y decidí salir de allí. Mi hermano de 15 años decidió acompañarme mientras jugaba con un cubo de esos a los que se les deben acomodar los colores en cada cara. Mientras íbamos por una calle sin hablarnos, el que era mi hermano dejó de serlo y entonces era Bruce Willis, pero tenía el cabello amarillo, amarillo caricatura, y era mi primo. Eramos los dos parte de la mafia irlandesa y teníamos que buscar a Cristopher Lambert (que también era nuestro primo) para juntos exterminar a la familia enemiga. Yo llevaba algún tipo de arma de fuego, ellos también, pasó un gordo al que matamos, así después matamos a muchos de "la familia enemiga"; recuerdo que entre ellos estaba mi padre, aunque en el sueño él no era mi padre.

12.1.04

Sueño LIV: Me encuentro en una habitación de techo bajo; un profesor de mi antiguo instituto me hace ver que una palabra escrita en un cristal tiene cierta propiedad lingüística interesante. Le digo que conozco más palabras curiosas, pero no recuerdo cómo se les llama: "retruécanos", pienso al final [en realidad son "palíndromos"]. La situación cambia; estoy en una habitación con otras personas, afuera hay como una tribu árabe que nos mantiene encerrados y en una especie de espera de una sentencia. Yo me levanto -llevo como ropa una toga extraña- y salgo para intentar defender al grupo con algún alegato.

11.1.04

Sueño LIII: Estoy en otro planeta, de tonalidades azules. A mi lado, un robot de más o menos metro cuarenta, también azul, me va explicando que, cuando nuestro planeta se destruyó, él se encargó de (¿estaba programado para?) recoger lo que quedaba de cada animal y conservarlo para cuando pueda reanimarlos. También me contaba que con el hombre había ido recogiendo trozos y cuando tuviera uno completo podría volver a crear uno. Llegamos a un sitio cubierto enorme, y allí hay una especie de gran hormiga negra poniendo huevos y dejándolos caer por un agujero.

2.1.04

En Slow Wave, encontraréis a un ilustrador que se dedica a crear un pequeño cómic de cuatro viñetas con los sueños que le envían los lectores. Realmente muy curioso.