7.9.03

Sueño XXVI: Uno de los mejores sueños que recuerdo es uno en el que entro en una habitación blanca, y en el centro está sentada mi abuela, en una mecedora de madera.
Yo me crié con mi abuela; mis padres trabajaban en Suiza cuando era pequeño. Ella era una mujer muy blanca, con los ojos muy azules, y tenía una cara muy bonita. Inspiraba tranquilidad. Murió cuando yo tenía doce años, después de pasar por un año de Alzeimer en el que perdió por completo la consciencia.
En el sueño me acerco a ella, y comprendo que está muerta, y que le puedo decir todo lo que me hubiese gustado decirle antes de morir, o de caer enferma.
Lo que sucede es que me voy acercando a ella y la abrazo, y cada vez me voy sintiendo más pequeño, y me siento en sus rodillas con los brazos alrededor de su cuello y empiezo a llorar como cuando era un niño, y ella empieza a mecerme y a decir con su voz:
-Ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé...
Y yo cierro los ojos y la abrazo muy fuerte, y hundo la cara en su cuello. La huelo, ella olía a jazmín siempre, y en el sueño distingo el olor perfectamente.
Me desperté con una sensacion de paz como nunca la he tenido. Mi habitación estaba totalmente iluminada por el sol, todo estaba blanco como en el sueño. Creo que es una de las pocas veces que me he despertado con una sonrisa en los labios.

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