Bitacora onirica. Un lugar donde se recogen las experiencias nocturnas del sueńo. Nada de "sueńo lucido" ni "dirigido", nada de ocultismo ni viajes astrales: solo la poesia que la mente crea cuando dormimos. Envia tus sueńos.
31.1.04
Al mismo tiempo, el amante de la primera mujer (como dije antes, es mi jefe), estaba muy contento por un trabajo especial que elaboré.
30.1.04
29.1.04
Entonces pusimos el cuerpo en la cajuela y mientras nos dirigíamos a otra ciudad, en donde la atracción principal era la interminable superficie de pasto verde, ella me decía que había algo que tenía que decirme, algo importante.
Lo importante era que yo no sabía de números. Ella lo decía como si eso fuera algo demasiado triste y se bajaba del auto. Después, yo también estaba en esos pastos verdes, viendo como familias enteras disfrutaban allí su estancia, los niños jugaban pelota, hacían volar papalotes, los señores hacían barbacoas de pollos, pero a los pollos los llevaban primero allí como mascotas, (estaba el lugar lleno de pollos) y despues los mataban para cocinarlos. Una señora empezaba a gritarme, diciéndome que yo era el causante de haber destruído su familia. Al parecer, yo había sido antiguamente el amante de uno de esos señores que preparaban las barbacoas.
28.1.04
Llegó al instante (je... sólo en sueños pasan estas cosas) la policía.
Yo parecía desesperada. Todos me veían como una madre a la que le habían secuestrado el hijo (el bebé no era mío, pero esto, desde luego, no lo podía saber nadie en el colectivo) y trataban de consolarme. En verdad, no hacían más que ahogarme. Sólo quería irme de allí. Fingí (sí, fingí) un ataque de angustia y llanto y, aunque no dejaban, entre interrogatorios diversos, que nadie se bajara del micro, yo -en ejercicio de mi rol de gran víctima de la velada- salí de allí, con la excusa de ir a dar más precisiones para el identik o algo por el estilo a los oficiales que estaban fuera del coche, y entre el gentío aproveché la confusión para irme.
En verdad sólo quería escaparme.
Era extraño porque sentía cariño por el bebé, pero no sentía ninguna culpa por haberlo perdido. Era completemente responsable de haberle confiado un niño a una desconocida que se había aprovechado de esto para robárselo y sin embargo me sentía feliz de saber que se lo había llevado. Me había quitado una carga de encima. Sabía que sólo me esperaba una huida (pronto la madre estaría buscándome también; escapar no era sólo escapar de la policía y los interrogatorios en ese momento: era comenzar una fuga para no volver a ver a nadie, convirtiéndome de víctima en prófuga; nada podía resultarme en ese momento más liberador que ese destino). Primero apreté el paso y, cuando estuve a la suficiente distancia del lugar de los hechos y el colectivo detenido rodeado de patrulleros, comencé a correr. Buscaba la parada del colectivo que me llevaría en sentido contrario en medio de una ciudad que, en realidad, era un cementerio. Quiero decir que la ciudad toda tenía en verdad el aspecto de una ciudadela mortuoria que se parecía bastante, bien vista, a la Recoleta (sabía, con la absoluta convicción de los sueños, que estaba en San Telmo y por eso las casas lucían antiguas y descuidadas, tal como en un cementerio, por otra parte). Agitada y mirando constantemente hacia atrás para asegurarme de que no me siguieran, me crucé con unos chicos que me dieron indicaciones sobre el lugar preciso de la parada. No me hubiera alcanzado la vida para agradecerles. Cuando llegó el colectivo y me sentí a salvo (nadie iría a encontrarme ya en un colectivo que, por otra parte, era el no-lugar perfecto para esconderse sin dejar pistas), extrañada en el sueño mismo por el descarado sentimiento de alivio que me generaba la pérdida del bebé que, a esa altura, parecía uno más de los paquetes que llevaba (una carga más que otra cosa, quiero decir), me desperté.
[Continua abajo, por razones de comodida. Sí, abajo, y no arriba. Perdón por el retraso. En estos próximas días, más actualizaciones con más sueños.]
25.1.04
20.1.04
17.1.04
12.1.04
11.1.04
Sueño LIII: Estoy en otro planeta, de tonalidades azules. A mi lado, un robot de más o menos metro cuarenta, también azul, me va explicando que, cuando nuestro planeta se destruyó, él se encargó de (¿estaba programado para?) recoger lo que quedaba de cada animal y conservarlo para cuando pueda reanimarlos. También me contaba que con el hombre había ido recogiendo trozos y cuando tuviera uno completo podría volver a crear uno. Llegamos a un sitio cubierto enorme, y allí hay una especie de gran hormiga negra poniendo huevos y dejándolos caer por un agujero.